viernes, 29 de octubre de 2010

Multiplicar el Había una vez y el Colorín colorado



La palabra multiplicar muchas veces asume una connotación bíblica. Para los Sembradores de Historias, multiplicar implica llevar la palabra en su función estética y en otra función de la que no habló Roman Jackobson, la función solidaria para que se conozcan las posibilidades infinitas de los cuentos: cuentos que acunan, cuentos que pueden sanar el alma. Arroparnos cuando habitamos en la desnudez de espacios que no nos comprenden, en la desnudez de las calles, del dolor y de lo injusto.
En esta oportunidad, octubre de 2010, llevamos los cuentos al Instituto de Formación Docente N° 35 de Monte Grande. Allí nuestros anfitriones fueron el Profesor Andrés del Departamento de Lengua y Literatura y la Profesora y Narradora Liliana Bonel.
También, asistimos el martes 26 de octubre , al Instituto Superior del Profesor Padre Elizalde(Institución histórica por su formación de Profesores en zona oeste).
A modo tribal, frente al fogón de las palabras, los cuentos se fueron sucediendo. Escuchamos risas y los ecos del silencio. Valentino, Montes, Cabal (algunos de nuestros grandes escritores de Literatura Infantil y Juvenil) entre otros nos prestaron sus historias para que fuesen nuestras por un momento.
Luego de los cuentos, contamos nuestro propio Había una vez.

La historia es así: "Había una vez un grupo de alumnos y una profesora que decidieron convocar a los narradores de los tiempos, usaron hechizos y pócimas de palabras. Fue así como los cuentos comenzaron a rodar por calles de tierra, de asfaldo, entre campos y jardines, en plazas, en bares, en librerías, en escuelas. Unos alumnos - hijos y unas suerte de profesora -mamá comenzaron a narrar porque las palabras pueden combatir la violencia y porque ofrecen amor.

Esa profesora soñaba con que las palabras, montadas en corceles, a modo de los cruzados, pudieran ser espadachines contra la violencia para que los jóvenes se escuchen más, lean más.
Cuando alguien nos cuenta un cuento de pequeños, de jóvenes, de adultos nos bautiza con el fuego sagrado de los cuentos que pueden generar que seamos mejores. Debíamos elegir los autores, los que pueden gustar a los jóvenes de 15, a los de 16, a los de 20, no sólo aquellos que le gustan a una Profesora que leyó a Joyce, Gogol y Kafka, había que convocar a los otros autores que también leyó y que para algunos academicistas son consideradas como Literatura en los márgenes.
En las fórmulas estereotipadas de los cuentos clásicos hay un Colorín Colorado, sin embargo en nuestra historia buscamos que no lo haya, tan sólo porque quisiéramos colaborar desde este lugar para que los cuentos sigan convocando el Fuego Sagrado de las palabras y de ese modo multiplicar el deseo de generar otras formas de aprender, de enseñar a quienes serán los responsables de otro arte, que es el Arte de Educar. Por esto, este año, las runas quisieron que visitáramos Institutos del Profesorado, por esto los vikingos impulsados por Odín nos llevaron a otras tierras por conquistar.


Sandra